Estamos inmersos en Semana Santa. Hoy es Viernes Santo. En nuestras iglesias hemos hecho memoria de los sucesos ocurridos en el Gólgota. Jesús de Nazaret vino a ser autor de una salvación que se plasma en el presente, y se extiende hasta el momento de que el «otro mundo posible» (reinado del Dios de Jesús de Nazaret) sea una realidad histórica. Mientras tanto laboramos, en la fuerza del Espíritu, a fin de construir realidades anticipadoras del mundo según Dios. Los cristianos y cristianos confesamos que la vida, muerte y resurrección de Jesús es una buena noticia (evangelio) para nuestro mundo. Ni más, ni menos.
Desde Cristianismo Protestante, hemos preguntado a varios pastores de la Iglesia Evangélica Española «¿qué significa para ellos la Semana Santa?» Ahí van las respuestas de los pastores Augusto Millán, Mariano Arellano, Víctor Hernández, Eva Sosa y David Manzanas:
- Pastor Augusto Millán (Zaragoza, Presbiterio del Norte – IEE)
Cuando pienso en la Semana Santa muchos recuerdos se me agolpan entre las manos. Era una festividad que vivíamos entre las paredes de casa y de la iglesia presbiteriana a la que asistía la familia. Era una fiesta casi clandestina, pero profundamente personal. Intima. Que tenia que ver con nuestros anhelos y resistencia. Con los años se convertiría en mi festividad favorita dentro del cristianismo.
Semana Santa sigue ofreciendo un espacio de soledad y observación que me resulta necesario para los días que vivos. Días es que no hay mucho tiempo para pararse y respirar hondo. Tan hondo que a veces duele. Y es que la Semana Santa viene a significar, al menos en mi contexto, como un ejercicio para la memoria. Un ejercicio para no olvidar. Una especie de adiestramiento para ser agradecido.
Así que en estos días me doy permiso para escuchar música, ver pinturas, estar con los amigos y decirles por donde está mi vida. Y es que he descubierto que la Semana Santa me invita a compartir. A no quedarme solo. A vestir una mesa y cocinar para otros.
- Pastor Mariano Arellano (Mérida, Presbiterio Madrid y Extremadura – IEE)
Algo de lo que viene a mi mente es que las enormes contradicciones en nuestra vida y a nuestro alrededor, las graves injusticias que sufrimos y de las que somos cómplices y hasta ese velo que todos llevamos puesto que nos impide ver a Dios tal y como El se ofrece tienen sus días contados. Esa esperanza me ayuda a vivir mi día a día y hace que la tensión entre el «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» y el «consumado es» sea más llevadera.
- Pastor Víctor Hernández (Barcelona, Església Evangèlica de Catalunya – IEE)
Semana santa es la celebración cristiana que no tiene importancia en la sociedad de hoy. Una sociedad secularizada. En la semana santa queda constatado el final de la cristiandad como rasgo cultural de Europa.
Pero esto es afortunado, me parece, si pensamos que las comunidades cristianas comenzaron a celebrar la Pascua (la vida, la muerte y la resurrección de Jesús el Cristo) en un contexto parecido: cuando a casi a nadie le importaba (¿qué podía importar en el contexto del imperio romano?), cuando era una celebración marginal, por parte de unas pequeñas comunidades de seguidores del resucitado.
Entonces, tal vez, nosotros podemos comenzar a celebrar del mismo modo la semana santa: como unos días en los que podemos volver a la fuente de nuestra fe, al espíritu de alegría porque Jesús es el Cristo, a poner la mirada en el interior y en el compañero/a del camino de la fe.
En estos días se vuelve posible caminar en los últimos días de la vida de Jesús, en su pasión y en su entrega amorosa por la humanidad. Son días de retiro, sin retirarse del mudo. Días de meditación, sin alejarse del ruido de la ciudad. Días de guardar, sin perder de vista a la gente cansada que aparece en el camino. Días de una semana secularizada, pero que tiene algo sagrado para quienes son discípulos/as de Jesús el Cristo.
- Pastora Eva Sosa (Granada, Presbiterio de Andalucía –IEE)
La semana Santa es para mí hoy en Granada muy diferente de como la vivía en México desde mi iglesia de niña.
Allá este tiempo estaba principalmente centrado en mi, en mi familia, en mi comunidad cristiana. Era un tiempo de reflexión, meditación y gratitud al Dios de la vida, por su dación de Amor y Gracia al recordar al Cristo muerto y Resucitado.
Hoy es diferente, porque estoy en un contexto muy fetichista,idolátrico. Granada, ciudad donde desfilan cada día desde antes del domingo de Ramos hasta domingo de Resurrección, decenas de procesiones. Emergiendo con ello el carácter devoto, religioso tradicional. A la vez que resurge en la “sociedad” granadina – a través de las cofradías- el abolengo familiar, la competición por ver quien lleva al santo o santa mejor vestido. se palpa en el ambiente. Impera además el culto al cuerpo, el lucimiento, se va a ver no solo al santo, también qué tal lucen las lloronas con su atuendo negro muy ceñido. Se escuchan algunas exclamaciones lastimeras al Santo, pero, más la de ¡guapo!, ¡guapa! En fin, la semana santa de hoy en este peculiar contexto, me remite a preocupación, a saber que los seres humanos llevamos impreso esa parte espiritual, esa necesidad de búsqueda y encuentro con lo divino, lo que toca el alma, que va más allá de lo tangencial, esa necesidad de Dios. Pero que sin embargo, se juega con ella, se distrae, se dispersa, se lucra. Se le da la media vuelta y al final queda lo mismo pero todavía con más trampa con más error, con más vacío.
Pienso, reflexiono y me desafía el buscar y proponer maneras de acercar al Dios de la Vida, al Resucitado a personas en un contexto religioso tradicional como éste, pero también para aquellas desencantadas justamente de esta farsa, aquellas que cuentan con información y con cierto acervo cultural y critico hacia la religiosidad ficticia, pero que también de paso se han desencantado de Dios. Cuanto fallamos los seres humanos, cuanto tergiversamos…
Puedo orar: Señor cuanto te necesitamos hoy como ayer, ¡ayudamos a conocerte y trasmitirte de una manera limpia, transparente, en un mundo en crisis!
- Pastor David Manzanas (Alicante, Presbiterio de Levante – IEE)
Semana Santa…
Fiesta, celebración, conciencia a flor de piel… Contraste.
Cuando era pequeño, desde el Miércoles Santo hasta el Viernes Santo había silencio en las calles; nadie cantaba, la risa era contenida y hacia adentro; todo cerraba, los cines, los billares, las tabernas… (bueno, en algunos bares y tabernas había gente dentro, pero con la puerta cerrada) No se podía vestir con colores vivos, rojos, azules claros, amarillos…, todo era oscuro, gris…, triste. En la radio solo sonaba música sacra, casi Bach en exclusiva (¿los censores sabrían que era protestante?), en algún momento algo se colaba de Palestrina y algún otro del Renacimiento. Un regalo para el oído y el espíritu… Ese era el ambiente que recuerdo en la calle.
En casa eran días de ajetreo, de cultos especiales que mi padre tenía que preparar; toda la familia (padre, madre, abuela,) girando en torno a las celebraciones de Jueves y Viernes Santo. No había tiempo para otra cosa, no había playa, ni parque (mejor así, me decía mi abuela, porque podía ser mal tomado por el vecindario. “¿Qué hace un niño, un día como hoy, en el parque? Es que ya no hay vergüenza, ¡el día que el Señor murió!…”)
En los cultos también había tristeza… se hablaba de sangre, de torturas, de muerte… Y yo no entendía nada. No entendía que porque mataran a Jesús, Dios nos perdonara. No entendía expresiones como “limpios con su sangre” (¡pero si la sangre mancha!) No entendía los himnos, tan lúgubres, tan sombríos, que me daban repelús. No entendía…
Han pasado muchos años de entonces. Hoy las playas están llenas, los bares y tabernas abren con la esperanza de iniciar una buena temporada de negocio. En la radio ya no suena Bach, y mucho menos Palestrina… Hay ruido, mucho ruido. Y en la iglesia seguimos cantando los mismos himnos, con las mismas letras lúgubres y sombrías. Y yo sigo sin comprender. No comprendo el amor manifestado tan incondicionalmente. No comprendo que, a pesar de todo, Jesús siga llamándonos “amigos”. No comprendo la cruz. Hay muchas cosas que, gracias a Dios, sigo sin comprender… Porque, parafraseando a Unamuno, no pertenecen al área de lo racional, sino de lo cordial. La Semana Santa es cordial, es sentimiento, es fiesta y celebración, es conciencia a flor de piel…