Sobre el artículo

Sobre el autor

Soy pastor ordenado de la Iglesia Evangélica Española con dedicación plena como decanod de la Facultad de Teología SEUT (FFF), impartiendo clases de Biblia también en la Universidad Pontificia Comillas. Estoy casado con Puri Menino y tenemos tres hijos y dos nietos. Vivimos en El Escorial (Madrid)

Jornada de reflexión: ¿sobre qué?

rodinYa que este post se publica en la víspera de la Jornada de Reflexión de las elecciones municipales y autonómicas de 2015, me he propuesto compartir la reflexión que yo, ciudadano de a pie, me estoy haciendo sobre estas elecciones. Eso sí, anticipo que se trata de una ‘reflexión emocional’ más que analítica.

En tanto que ciudadano, me siento –permítaseme la comparación– como el Dios de los profetas ante los ostentosos ritos y sacrificios vacíos de sus fieles: me siento asqueado de tanta imagen esculpida a golpe de marketing; ya no soporto los discursos de mítines pergeñados a copia de lemas, descalificaciones fáciles y promesas estereotipadas. Me entristece ver que el debate se reduce a una cuestión de lugar: derecha, izquierda, centro-derecha, centro-izquierda, …, como si hubiera una bondad o maldad implícitas en cada uno de estos posicionamientos.

Me apena ver que cuestiones vitales como el paro, los salarios de miseria, las migraciones, los desahucios, los derechos fundamentales a la salud y la educación de calidad, la falta de oportunidades para trabajar y para emprender, la profunda desconfianza en las instituciones, etc. se convierten en objeto de discursos estereotipados.

Siento, además, rabia. Rabia contra mis conciudadanos de a pie, pero sobre todo contra mí mismo: ¿será que nosotros mismos estamos sosteniendo un sistema político viciado? ¿Será que somos poco exigentes con quienes nos buscan cada cuatro años? ¿Seré yo uno de tantos que prefiere la seguridad de la «’corrupción’ conocida antes que la ‘integridad’ por conocer»? ¿Seré uno de esos que aun teniendo ideales, también cree que hay que ser muy realista y no correr riesgos innecesarios?

Se me revuelve el estómago cuando pienso que la campaña electoral está montada sobre el puro cálculo mediático. Porque las campañas electorales son reflejo del tipo de democracia que tenemos: en los medios se habla y se debate mucho con gran libertad (al menos de cara a la galería), pero se reflexiona poquísimo y con la debida serenidad sobre propuestas concretas que comprometen la acción política.

En definitiva, y siguiendo con la comparación, siento que muchos de los que se acercan a mí para pedirme algo (que les vote, claro), me consideran superficial y manipulable. Quizás por eso me identifico con el sentimiento que el profeta Isaías pone en boca del Señor:

¿Qué me importa la multitud de vuestros sacrificios? -dice el Señor-. Estoy harto de holocaustos de carneros y de grasa de cebones; la sangre de toros, corderos y cabritos no me agrada.

Cuando venís a presentaros a mí, ¿quién os ha pedido que pisarais mis atrios?

No sigáis trayendo vana ofrenda, el incienso me es abominable. Novilunios, sábados, asambleas: festividad con crimen no la soporto.

Vuestros novilunios y vuestras solemnidades yo las detesto; son para mí una carga que ya estoy cansado de llevar. (1,10-14)

Tu plata se ha vuelto escoria; tu vino está aguado.

Tus príncipes son rebeldes, comparsas de ladrones,

cada cual ama el soborno, anda a la caza de regalos.

No defienden al huérfano, la causa de la viuda no llega a ellos. (1,22-23)

Yo no soy Dios, sino un ciudadano de a pie. Pero cuando la clase política se me acerca para pedirme el voto, no quiero ni oír una palabra de lo que han hecho o dejado de hacer (¿sus holocaustos y sacrificios?), y hago mías las palabras del Dios de Isaías:

Cuando extendáis vuestras palmas, me taparé los ojos; aunque multipliquéis las oraciones, no os escucharé. Vuestras manos están llenas de sangre: lavaos, purificaos, apartad vuestras malas acciones de delante de mis ojos; cesad de obrar el mal, aprended a obrar el bien; buscad lo que es justo, enderezad lo violento; defended al huérfano, proteged a la viuda. (1,15-17)

Todos sabemos que el gran problema de muchos políticos profesionales es que no dialogan, sino que multiplican sus palabras  escuchándose a sí mismos y midiendo la eficacia de sus discursos. Por eso, lo que quiero ver en la clase política profesional es una medida humana. Esto es, quiero ver que lloran sus fracasos, que dan gracias por los aciertos, que confiesan sus errores y las consecuencias que han tenido, que se duelen del mal propio o ajeno, que conocen de primera mano su entorno social… Y por supuesto, quiero ver que tienen un proyecto serio y que creen en él.

Por eso, en la jornada de reflexión me he propuesto, además de pensar en los partidos políticos a los que votar, revisar mis propias expectativas respecto de la clase política. Sí, quiero revisar el perfil que me había hecho de una política eficaz y realista en lo económico y social, como si su cualidad humana y personal nada tuviera que ver con la eficacia política. Y junto a la reflexión, y dado que el giro que debemos dar a la política de este país es tan brusco, voy a dedicar un poco de tiempo a la oración para que mi voto coadyuve al cumplimiento de las siguientes palabras –¡siquiera algo de ellas!– del ya mentado Isaías:

Por eso –oráculo del Señor […]– volveré mi mano contra ti,

limpiaré, como la lejía, tus escorias, apartaré toda la ganga.

Haré a tus jueces como eran al principio; a tus consejeros, como al comienzo.

Después te llamarán Ciudad de Justicia, Villa Fiel.

Sion será rescatada por el derecho; y sus convertidos, por la justicia. (1,24-27)

 

Sobre Pedro Zamora García


Soy pastor ordenado de la Iglesia Evangélica Española con dedicación plena como decanod de la Facultad de Teología SEUT (FFF), impartiendo clases de Biblia también en la Universidad Pontificia Comillas. Estoy casado con Puri Menino y tenemos tres hijos y dos nietos. Vivimos en El Escorial (Madrid)

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