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Samuel Fabra i Mestre es Licenciado en Teologia y miembro del Consejo de la Església Protestant Barcelona-Centre (IEE-EEC).

Yo también soy Tomás

Tomás

El hermano gemelo de Tomás soy yo. Los sentimientos y las reacciones ante las situaciones vitales son las mismas que las de mi hermano gemelo. Cuando él sufre, también sufro yo. Cuando él se alegra, también me alegro yo. Hay una transmisión inmediata del estado anímico que sólo se da entre hermanos gemelos.

Los dos nos consideramos creyentes. Hemos apostado por seguir a Cristo. Incluso en situaciones de peligro nos hemos decantado por estar a su lado a pesar de nuestro miedo.

Pero igual que mi hermano, cuando los testimonios nos anuncian que han visto el Señor, solo puedo decir que yo no estaba allí, y no le pude ver.

¡Me gustaría tanto poder verlo! ¡Me gustaría tanto ver a Cristo resucitado!

Pablo nos dice que, después de unos años, él también le vió y que de Él recibió el encargo de predicar el perdón de Dios por nuestras carencias, nuestras debilidades y nuestras equivocaciones voluntarias y no tan voluntarias. Pero, yo tampoco estaba allí.

¡Ya sé qué me diréis! Me diréis que la duda no es buena, que tengo que creer por fe, y sólo por fe. Sí, ya lo sé, pero yo soy así. Quiero creer, pero la duda convive con mi experiencia vital y profesional. La duda honesta ha hecho avanzar los conocimientos humanos y científicos. Y el tema de la resurrección, de una vida en el más allá, no es un tema que pueda ser despachado con una credibilidad sin fisuras.

Pablo nos dice que sólo Cristo resucitado es el fundamento de nuestra fe y ello hace que nuestra fe no esté vacía de significado. Los muertos resucitarán, esta afirmación de Pablo es tan importante como la afirmación de la resurrección de Cristo. El tema de la resurrección no es un tema marginal, es un tema central. El fenómeno genuinamente humano del mensaje de Jesús ha sido trascendido por su resurrección. Es por eso que digo que ¡me gustaría tanto ver a Cristo resucitado!

Me gustaría tanto poder ver con mis ojos las marcas de los clavos en las manos de Jesús, y ver su herida en el costado.

Suerte que mi hermano gemelo, al fin, lo pudo ver. No me extraña que ante Cristo no pudiera sino caer de rodillas y exclamar “¡Señor mío y Dios mío!”

Suerte que mi hermano gemelo lo pudo experimentar, porque de este modo hizo que se me transmitiera la alegría y la confianza que él experimentó.

En esto consiste la suerte de tener un hermano gemelo.

Jn 20,24 Pero Tomás, llamado Dídimo (significado: gemelo o mellizo), uno de los doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús.

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Samuel Fabra i Mestre es Licenciado en Teologia y miembro del Consejo de la Església Protestant Barcelona-Centre (IEE-EEC).

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