Sobre el artículo

Sobre el autor

Soy pastor ordenado de la Iglesia Evangélica Española con dedicación plena como decanod de la Facultad de Teología SEUT (FFF), impartiendo clases de Biblia también en la Universidad Pontificia Comillas. Estoy casado con Puri Menino y tenemos tres hijos y dos nietos. Vivimos en El Escorial (Madrid)

Carta a una generación presente

g1Dos artículos de Cristianismo Protestante leídos muy recientemente, «Carta a una generación ausente» (Ignacio Simal) y «¿Por qué la generación del milenio está dejando la iglesia?» (Rachel H. Evans), me llevan a sumarme con una reflexión personal sobre su preocupación: el masivo abandono de generaciones enteras de nuestras iglesias (esto es, de la IEE entre otras). Simal le pone un profundo sentimiento al tema, poniendo voz al sentimiento de muchos de nosotros (¡gracias Ignacio!), mientras que Evans analiza algunas causas y propuestas.

Ambos artículos me interpelan profundamente, y lo hacen en tanto que soy miembro de la ‘generación que se ha quedado’ (más o menos). Sé perfectamente que quienes han abandonado las iglesias, lo han hecho por razones personales muy diversas y también bajo profundas influencias sociales que ya están muy estudiadas desde distintos ángulos. Sin embargo, ¿es eso todo? El enfoque de Evans nos dice que no basta con esas razones. Y tiene toda la razón del mundo. Sinceramente, creo que el abandono masivo es una interpelación al tipo de seguimiento de Jesús practicado por quienes nos quedamos, ya sea al nivel personal o al nivel eclesial. A nivel personal, puedo afirmar que yo corregiría bastantes cosas respecto a mi forma de educar en la fe a mis hijos. Dicho más teológicamente, creo que tengo bastantes errores que confesar a este respecto, y muy particularmente el que tiene que ver con la incorporación de mis hijos al seguimiento de Cristo conforme al compromiso adquirido en su bautismo.

Pero también a nivel eclesial creo que deberíamos sentirnos interpelados no sólo por razones personales o sociales, sino por una cuestión teológica de fondo: las generaciones que han abandonado nuestras iglesias, ¿han experimentado en su comunidad un camino definido de seguimiento de Cristo o quizás han experimentado difusas vías de aproximación a una figura llamada Cristo? En mi opinión, muchas iglesias de tradición magisterial, como la IEE, más obsesionadas por la libertad en sí misma que por la misión que hay que llevar a cabo en libertad, han fallado en plasmar caminos de seguimiento verdaderamente exigentes y retadores, que es lo que todos necesitamos, pero que es vital para las generaciones jóvenes que se abren a la vida. Al menos, yo personalmente creo que por mucho tiempo confundí libertad con misión, como si fueran intercambiables. Pero no lo son: van de la mano y se solapan, pero no se puede reducir una condición humana necesaria (sine qua non) y universal a un llamado particular de seguimiento en el camino de Jesús.

Por tanto, si esta reducción del camino de Jesús se ha dado entre nosotros, hemos hecho de la iglesia una realidad innecesaria para seguir a Jesús. Creo que muchos de los que han dejado la iglesia están convencidos de que a Jesús le encuentran cumpliendo bien con sus obligaciones humanas, sirviendo a otros, luchando por causas justas, etc. Esto tiene su parte de verdad, pero entonces ¿para qué necesitan la iglesia? Por tanto, la pregunta que tendríamos que hacernos sería: ¿por qué razón deberíamos llamarles a volver a la iglesia? ¿Hay en la iglesia un seguimiento de Jesús que no puede hacerse fuera de ella? En definitiva, la pregunta clave es: ¿por qué es necesaria la iglesia en el seguimiento de Jesús?

Si hay algún fundamento en lo que digo, entonces creo que la generación que se ha quedado está llamada a plantearse esta pregunta no sólo personalmente, sino también de modo formal en sus distintas instancias de decisión. Quizás muchos crean que la respuesta es obvia, pero estoy seguro de que si se abre un debate serio, nos sorprendería lo difícil que puede resultar alcanzar un consenso.

Sobre Pedro Zamora García


Soy pastor ordenado de la Iglesia Evangélica Española con dedicación plena como decanod de la Facultad de Teología SEUT (FFF), impartiendo clases de Biblia también en la Universidad Pontificia Comillas. Estoy casado con Puri Menino y tenemos tres hijos y dos nietos. Vivimos en El Escorial (Madrid)

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