Entrevista al pastor protestante Francisco Manzanas Martín
“La Seguridad Social no me reconoció derecho a jubilación y no me asignó ninguna pensión, ni pude contar con los beneficios farmacéuticos de los pensionistas”
(Iglesia Evangélica Española. Ignacio Simal – David Manzanas, 27/04/12) El pastor jubilado, Francisco Manzanas, ha suscitado el interés de los medios en las últimas semanas. El motivo: el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el pasado 3 de abril, dictó sentencia a su favor en contra del Estado español por discriminación religiosa de los pastores protestantes.
Francisco Manzanas Martín es ya un anciano de 85 años, con una salud muy deteriorada después de una larga lucha contra un cáncer de estómago al que finalmente venció. Y esa es, quizás, una de sus características más reseñables: su carácter luchador, su firmeza ante las adversidades y su voluntad de hacerles frente. No podía ser de otra manera, ya que optó por un camino lleno de dificultades y no exento de riesgos, como era ser Pastor Protestante en la España “nacional-católica” en plena dictadura franquista. Como botón de muestra, podríamos recordar que su expediente de boda se vio retrasado en los despachos de la Administración durante más de año y medio, en un intento de las autoridades de impedirles el derecho de celebrar una boda civil (algo que la propia Ley Española contemplaba pero que no se cumplía). Era el año 1953, y ni Francisco ni Carmen, su entonces novia, se amedrentaron ante los impedimentos y dificultades. Ante la pasividad de los Juzgados, que no les daban una fecha para la boda, y siendo su deseo firme el de unir sus vidas, optaron, en connivencia con su Iglesia, por celebrar una ceremonia religiosa de Bendición Nupcial; ante Dios y la congregación, serían marido y mujer, aunque la ley no se lo reconociera. Más por agotamiento que por justicia, y ante la realidad de los hechos consumados, un mes y medio más tarde de la “boda religiosa”, obtuvieron la autorización para que un Juzgado de Familia pudiera legalizar y registrar su matrimonio. Y ese no era más que el principio de un largo camino de vencer obstáculos y de pelear por derechos que les eran negados, simplemente por ser miembros de una minoría religiosa.
Francisco, cuéntanos cómo llegaste a la fe protestante.
De carambola. Pertenecía a una familia liberal; mi padre era republicano y, más que anticlerical, contrario a todo “lo que oliera a Iglesia Católica Apostólica y Romana”; y mi madre totalmente agnóstica, declaradamente falta de toda necesidad de religión, para ella “las cosas son como son y no hay más”. Esa era su filosofía de vida. En ese ambiente nacimos mi hermana y yo. Cuando se planteó el problema de la educación (eran los primeros años de la II República), mi padre, fiel a sus creencias, quería que fuese a la Escuela Pública. Pero mi madre veía el inconveniente de que la única Escuela Pública cercana al hogar estaba al otro lado de lo que se conocía popularmente como la “calle ancha de San Bernardo”, que por entonces ya tenía tráfico, y ella no quería estar atada a hacer cuatro viajes al día para llevarnos y recogernos de la escuela, máxime cuando en el barrio había otras escuelas a las que podríamos ir solos. Mi padre se mantenía inflexible en su negativa a la escuela católica y preguntó qué otra opción había. Mi madre dijo “mira; yo sé por una vecina que aquí en la calle Noviciado hay una escuela, ciertamente es protestante porque pertenece a una iglesia protestante, pero la escuela es totalmente libre, abierta a todos los niños del barrio sin ninguna exigencia de ser miembros de la Iglesia, y la religión no forma parte de las asignaturas obligatorias”. “Con tal de que no sean curas…” dijo mi padre. Eso sí que lo recuerdo muy bien. Y así fue como empezamos mi hermana y yo a ir a la escuela evangélica de la Iglesia del Salvador en la calle Noviciado, 5.
Ciertamente, la educación no era religiosa, pero sí anunciaban las actividades que en las tardes de los sábados y domingos la Iglesia realizaba para los niños. Algunos compañeros de clase me invitaron a ir y así comenzamos a tener contacto con la Iglesia y, con los años, ya en la juventud, a descubrir la fe. El mismo recorrido hizo mi hermana y, a través de nosotros, también mis padres.
Y ¿cómo descubriste tu vocación?
Siendo ya miembro confirmado de la Iglesia me llegó el momento de hacer el servicio militar. Por entonces la guerra civil ya había terminado y estábamos en pleno franquismo. Los no católicos teníamos muchos inconvenientes e incomodidades en los cuarteles, lo que hacía que entre nosotros buscáramos cobijo y apoyo. Y en esa relación de apoyo con compañeros evangélicos de otras iglesias descubrí el llamamiento al Ministerio Pastoral.
Por aquel entonces comenzaba a organizarse lo que luego se conocería como Seminario Evangélico Unido de Teología, al amparo de la “tolerancia del régimen” que Franco quería mostrar de cara a las embajadas extranjeras en Madrid. Y yo, una vez libre del servicio militar, ingresé en el Seminario.
¿Por cuántos años ejerciste tu Ministerio Pastoral?
Cerca de 50 años, desde 1954, año en que fui ordenado hasta 1999 cuando fui oficialmente jubilado. Posteriormente, continué ejerciendo el Ministerio Pastoral en funciones de colaboración y ayuda al nuevo Pastor titular de la iglesia, mientras las fuerzas me lo permitieron.
¿Siempre fuiste Pastor en Alicante?
Fui ordenado en el Iglesia del Salvador, en la calle Noviciado de Madrid, ya que la Iglesia de Alicante, a la que fui destinado, no tenía una capilla en condiciones para celebrar una ordenación (la capilla era el comedor de la vivienda pastoral). Pero antes de la ordenación, hice mis prácticas bajo la tutela del pastor Patricio Gómez, que por entonces estaba en Sevilla. Me encomendaron colaborar especialmente en las iglesias de Cádiz y San Fernando, donde pasé un año.
Después de la ordenación me hice cargo de la iglesia en Alicante ininterrumpidamente hasta mi jubilación. Pero no sólo he ejercido mi Ministerio en Alicante, ya que, en algunas ocasiones (a veces por periodos de varios años) simultaneé la pastoración en la iglesia de Cartagena cuando esta se encontraba sin Pastor titular. En esas épocas pasaba media semana en Alicante y media en Cartagena, teniendo que sacrificar la convivencia familiar. Más tarde, durante algún tiempo, también fui Pastor de referencia en la iglesia de Valencia.
¿Cómo viviste, como Pastor, la dictadura franquista?
¡Uf! Con los sobresaltos propios de la época y salvando las situaciones como mejor podía. No me avergüenza decir que, algunas veces, incluso mintiendo, si por mentir podía proteger a algunas personas. A menudo la policía venía a interrogarme, buscando información sobre personas, interesándose si se congregaban con nosotros y si manifestaban algún tipo de ideas, y tenía que usar de la mentira, de la evasión o de la verdad disfrazada para poder salvar a alguien de las represalias políticas y religiosas.
Llegado el tiempo de la jubilación, hace ya 21 años, ¿cuál fue tu situación?
Que la Seguridad Social no me reconoció derecho a jubilación y no me asignó ninguna pensión, ni pude contar con los beneficios farmacéuticos de los pensionistas. Afortunadamente, la Iglesia nunca se desentendió de sus obreros y, gracias a ella, no he quedado desamparado, ya que nos asignó una pensión.
¿A qué se debió que la Seguridad Social no te reconociera tus derechos?
Durante el tiempo de la dictadura franquista no se reconocía la condición laboral de los pastores evangélicos, al no ser reconocidas las iglesias no católicas como entidades sociales. Po lo tanto no pude hacer efectivas mis cotizaciones como cualquier otro trabajador. Con la llegada de la democracia en el año 1976, al amparo de la nueva Constitución pensamos que eso se solucionaría rápidamente. Nuestra decepción fue grande al ver que pasaba el tiempo y ningún gobierno era capaz de arreglar justamente nuestra situación de desamparo y de discriminación respecto a los curas católicos, que sí fueron incluidos en el régimen general de la Seguridad Social.
¿Qué hiciste entonces?
Decidimos (y digo decidimos porque la Iglesia Evangélica Española puso a mi disposición la asesoría jurídica y los abogados de la Iglesia) recurrir a los Tribunales para acabar de una vez por todas con esta situación injusta que estaba manteniendo el Estado Español. En el Juzgado Social ganamos el juicio, pero el Instituto Nacional de la Seguridad Social presentó recurso ante el Tribunal Superior de Justicia, el cual se pronunció a su favor. Planteamos el caso en el Tribunal Constitucional, que no admitió el recurso al considerar que no había existido discriminación. Y como creíamos que eso era en contra de toda justicia y amparo de las leyes internacionales, decidimos acudir al Tribunal Europeo de Derechos Humanos para que saliera verdaderamente a la luz la situación anómala del Estado Español.
En todo este largo proceso, ¿te has sentido acompañado por la Iglesia Evangélica Española?
Totalmente, me he sentido totalmente arropado y apoyado. Desde un principio estaba claro que la demanda se ponía en mi nombre, pero detrás estaba toda la Iglesia y aquellos compañeros que se encontraban en misma situación.
¿Qué papel ha jugado tu Iglesia?
Además del apoyo moral, que es muy importante, como dije antes, prestó el asesoramiento jurídico y se hizo cargo de todos los gastos que un juicio de estas características conlleva y que yo no habría podido afrontar. Y no solamente esto. a lo largo de todo este tiempo la Iglesia no se desentendió de mi situación (ni de la de ninguno de mis compañeros) y ha sido ella quien se ha hecho cargo de la pensión que el Estado me negaba, a pesar del tremendo esfuerzo que este gasto supone para una Iglesia pequeña como la nuestra.
¿Cómo recibiste la noticia favorable de la sentencia del TEDH condenando al Estado Español?
Como un gran triunfo de la justicia sobre la injusticia, de la verdad sobre la mentira, del derecho sobre la opresión. No tengo palabras para describir como me sentí. Estoy feliz y creo que ha merecido la pena pasar todo este proceso, con tal de haber puesto de manifiesto la situación anacrónica que vivía España.
¿Crees que en la Democracia española hay todavía lagunas?
¿Lagunas? Y lagos insondables. Aún quedan situaciones de discriminación hacia las minorías, especialmente religiosas, que deben ser reparadas.
¿Qué consecuencias esperas que esta sentencia tenga para ti y para todos los pastores protestantes españoles?
El pleno reconocimiento de los derechos de los pastores protestantes como trabajadores; llegar a estar dentro de una situación normalizada como cualquier otro trabajador, con las mismas obligaciones y derechos que cualquier otro trabajador. La sentencia es firme, y no podrán evitar cumplirla. También sé que seguirán demorándolo, probablemente hasta que llegue el momento de unas elecciones generales en España. El problema que ha habido y que, de alguna manera sigue estando, es que ninguno de los gobiernos de la Democracia ha sabido liberarse de la tutela de la Iglesia Católica. Han sido gobiernos débiles en una democracia débil, que no ha sabido hacer borrón y cuenta nueva y hacer real la separación de Iglesia y Estado. Y si esta sentencia no ayuda a superar esta situación de tutela será una gran decepción.
¿Alguna palabra más que añadir?
Satisfacción de saber que de esa sentencia también se van a beneficiar más de un centenar de compañeros, de mi Iglesia y de otras denominaciones, que están en la misma situación.
Y esperanza en que todas estas situaciones se vean superadas de manera que en España vivamos una verdadera democracia sin tutelas, con una separación real entre Iglesia y Estado.